EL ROL DOCENTE EN EL SIGLO XXI.

La función del docente es un tema de constante debate. Se discute sobre cómo perfeccionar nuestra profesión, nuestras técnicas de enseñanza y cómo fortalecer a aquellos que más lo requieren. A pesar de esto, a menudo nos sentimos invisibles en relación al vínculo esencial que permite que todo lo mencionado se materialice. Ese momento intangible es donde ocurre la magia de la enseñanza.

La pandemia del COVID-19 ha sacudido fuertemente el mundo de la educación, empujando a los educadores a explorar y adaptarse a métodos innovadores de enseñanza. Esta coyuntura ha puesto en relieve el valor esencial de los docentes y cómo su rol se ha transformado para enfrentar retos y responsabilidades inéditos.

El papel del docente en el siglo XXI puede describirse como una interacción didáctica entre elementos personales, que tienen lugar en los contextos técnico, comunicativo, organizacional y socioafectivo del proceso enseñanza-aprendizaje. Dentro de una institución, el docente debe ser hábil en la comunicación con los estudiantes y su familia, contar con un poder de adaptabilidad a los cambios del sistema, promover un aprendizaje activo y guíe la construcción de un nuevo conocimiento en un ambiente respetuoso, tolerante y empático. 

Para Peter Senge, el creador del aprendizaje organizacional, “el profesor del siglo XXI tiene que enseñar lo que no sabe, y lo primero que tienen que hacer es desaprender, olvidar los métodos pedagógicos tradicionales e innovar en las técnicas de aprendizaje”. Cualquier cambio propuesto en el sistema educativo requiere que los maestros adopten y pongan en práctica nuevas ideas, revisen sus métodos y adapten los principios educativos a las realidades actuales y anteriores. Es ejercer una función en constante deconstrucción.

La teoría educativa del psicólogo ruso Lev Vygotsky ha ganado amplio reconocimiento y aplicación en la educación de las últimas décadas, destacando la importancia del aprendizaje social y el impacto del entorno en el desarrollo cognitivo. Según esta teoría, el rol del educador es crucial, actuando como un puente esencial entre el conocimiento y el alumno, promoviendo un aprendizaje en equipo y planteando retos que se ajusten al nivel de desarrollo individual. Además, es primordial que posea una perspectiva crítica sobre la realidad y estimule a los estudiantes a reflexionar y analizar. Zona de desarrollo próximo, actividades colaborativas, mediación y pensamiento crítico: las bases de su teoría. 

El acompañamiento, la orientación y la tutoría son aspectos claves en la educación. No solo se trata de transmitir conocimientos, sino que los educadores tienen la tarea de fomentar la independencia del estudiante. Esto incluye enseñarles a ser autónomos en su aprendizaje y a convivir armónicamente en sociedad, respetando las normas comunes.

Un rol "innovador".

La era digital y la sociedad del conocimiento han sido catalizadores de un cambio educativo. A partir de finales del siglo XX, el constructivismo y su enfoque sociocultural han guiado esta transformación, indicando que los cambios en la educación trascienden la implementación de nuevas metodologías o herramientas. Pero parece que, de un tiempo a esta parte, se está gestando una evolución hacia un nuevo paradigma educativo que enfatiza la importancia de las habilidades procedimentales, actitudinales y cognitivas. Esto se refleja en la obra de Zygmunt Bauman, "Modernidad líquida", publicada en 2003 por el Fondo de Cultura Económica en Ciudad de México.

Frente a este modo de entender a la sociedad y su cultura, la innovación educativa no debe ser vista como una opción, sino como un imperativo para cualquier educador que se enfrenta al desafío de modificar y generar ideas creativas dentro del entorno áulico. Basta con saber cómo y cuándo emplearlos para facilitar el diálogo entre los conocimientos a impartir y los intereses de los estudiantes. (Paola Margarita Calderón Solís y Héctor Jacinto Loja Tacuri. Un cambio imprescindible: el rol del docente en el siglo XXI).

En este blog, hace tiempo que venimos hablando de la innovación en la educación. Por tal motivo no vamos a redundar en este concepto, solo recordar a German Pilonieta cuando habla de innovación y paradigma. “Recientemente se han venido produciendo fenómenos también coyunturales y hasta populistas en cuanto a la introducción de aparatos y “cacharros” tecnológicos en la educación. Computadores, tablets, entre otras, con la esperanza de que las cosas cambien. Si bien es cierto que esa tecnología es muy poderosa y podría apoyar la aparición de un nuevo paradigma, el problema es de tipo estructural ... desde allí que debe darse un cambio radical en los procesos de formación”https://educar-hacervisibleloinvisible.blogspot.com/2024/01/los-paradigmas-de-la-educacion-actual-y.html

Durante los primeros quince años del siglo XXI, las escuelas fueron inundadas con netbooks, gabinetes informáticos y sistemas para conectar cada rincón educativo. Pero ¡oh sorpresa! Cuando la pandemia hizo su gran entrada, directivos, docentes, estudiantes y familias se encontraron en una búsqueda frenética por PC o smartphones que apenas lograban mantener una conexión estable para las clases en línea. Mientras tanto, los ministerios de educación jugaban al ping-pong entre usar la nube o lanzar una plataforma educativa al estilo "fast-food". Actualmente, las salas de informática escolares rebosan de CPUs y monitores que operan con sistemas anticuados, además de contar con personal que no posee los conocimientos avanzados necesarios para manejar adecuadamente estas herramientas. Sin dudas, el problema es estructural.

Vocación de servicio en baja, ausentismo docente en alta.

La vocación docente, ese motor que impulsaba a los educadores a seguir su pasión, parece estar quedando en el olvido, relegada a un segundo plano en la sociedad actual. Cada vez es más difícil encontrar profesionales que ocupen cargos o espacios curriculares específicos, y lo que realmente preocupa a los directivos y supervisores es la constante ausencia (justificada o no) a su lugar de trabajo. Las licencias, las jubilaciones y los retiros anticipados están dejando un vacío difícil de llenar en las aulas. Y esta no es solo una realidad en la educación pública; el sector privado también enfrenta este desafío, teniendo que recurrir a personal retirado o incluso a quienes aún no han completado su formación.

Aunque la empleabilidad es alta, la crisis vocacional, la pérdida de prestigio y los salarios poco atractivos han resultado en una cantidad insuficiente de nuevos docentes. Este es uno de los retos más urgentes que enfrenta nuestro sistema educativo, ya que afecta no solo la situación actual, sino también el futuro de las políticas educativas.

En un reciente artículo digital, Martín De Simone, Martín Nistal y Leyre Sáenz Guillén abordaron el tema del ausentismo docente y su impacto en la educación. Según estudios internacionales, la presencia de docentes suplentes puede perjudicar el aprendizaje, especialmente cuando interrumpe la continuidad pedagógica con reemplazos breves y frecuentes. La situación es alarmante en algunas provincias argentinas donde más de la mitad de los maestros son suplentes, como en La Rioja con un 60% y Entre Ríos con un 50%. Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz también presentan cifras elevadas, rondando el 40%.

Cecilia Veleda, con su doctorado en Sociología de la Educación y su rol de consultora en el Instituto Internacional del Planeamiento Educativo de la Unesco, ha destacado que el ausentismo docente es un asunto clave. Este problema, junto con el ausentismo estudiantil, las dificultades de infraestructura y las huelgas, pone en riesgo las valiosas horas de clase. La falta de un número adecuado de horas de enseñanza y la discontinuidad en la relación profesor-alumno comprometen profundamente el proceso de aprendizaje.

Es crucial analizar las diversas causas que explican este fenómeno. En Argentina, donde la mayoría de las provincias carecen de datos públicos sobre el presentismo, mejorar el seguimiento de la asistencia de los docentes podría ser un primer paso para contrarrestar los elevados niveles de ausentismo. Sin embargo, existen numerosos ejemplos que demuestran la ineficacia del control de las licencias médicas de los docentes. Después de conceder una licencia por enfermedad, el seguimiento al docente es casi nulo y solo se le convoca a juntas médicas si la licencia se prolonga. El intercambio de información entre entidades de salud y educación a menudo no está informatizado, lo que resulta en una mayor ineficiencia.

Existen provincias que han decidido establecer normativas para fomentar el presentismo, ya sea a través de incentivos monetarios u otros medios. En los años '90, Santa Cruz implementó un sistema de presentismo que llegaba a representar casi un 25% o más del salario no registrado y no consideraba ciertos artículos del régimen de licencias. Después de extensas luchas sindicales, en 2007 se abolió este sistema de presentismo y los salarios se regularizaron. Sin embargo, en 2018, una resolución ministerial (RESCPE N ° 066-18), sin el consenso del Consejo, introdujo un ítem de "asistencia laboral docente perfecta" en la evaluación anual del desempeño profesional, el cual fue derogado en diciembre de 2023. No obstante, Santa Cruz no es la única provincia que ha implementado esto; actualmente, Córdoba, Mendoza y CABA han establecido sus propios ítems para disminuir el ausentismo. 

Fuente periodística: https://www.infobae.com/educacion/2024/08/08/en-las-escuelas-mas-pobres-3-de-cada-10-docentes-son-suplentes-advierten-que-impacta-en-el-aprendizaje/

Ejercer el rol docente esperando llene los vacíos que deja el resto de la sociedad se vuelve más cada vez más complejo. Los padres ven mermada su autoridad, mientras que a los docentes se les exige autoridad. La economía se estanca, pero se espera que la escuela prepare a los estudiantes para el mercado laboral. Para ser ecuánime, es esencial comenzar a entender los desafíos diarios que tenemos en las escuelas y trabajar por cambiarlos desde esa realidad concreta.

Lo que los años en el sistema educativo me han enseñado es que, si un docente está empoderado, si tiene el deseo de estar en el aula, disfruta de su labor, empatiza y se conecta emocionalmente con sus estudiantes, el aprendizaje puede florecer. Sin la capacidad de crear vínculos, un docente puede enseñar cuanto quiera, pero eso no asegura que el estudiante aprenda. El aprendizaje es el resultado de la dedicación que un docente ofrece a aquellos con quienes comparte horas todos los días en el aula.

En el próximo artículo, abordaremos la problemática de los centros de formación docente.



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