LA FORMACIÓN DOCENTE Y SUS CENTROS.

La formación docente es el pan caliente en la mesa de los debates académicos y universitarios, con una producción intelectual tan variada que parece un buffet libre. A pesar de tanta charla, el sistema educativo sigue jugando al inmovilismo, aferrándose a viejas prácticas que ya deberían estar en el museo de antigüedades pedagógicas. La formación de los docentes es el corazón de la educación, el disco duro donde se programan los éxitos o fracasos de nuestras aulas. ¡Es hora de actualizar ese software y reiniciar el sistema para que la educación despegue!

UN POCO DE HISTORIA.

La historia de la formación de maestros para la educación básica en las Escuelas Normales se remonta a 1870. Estas instituciones surgieron con el propósito específico de preparar docentes o, en algunos casos, se incorporaron a colegios secundarios que ya estaban en funcionamiento, siempre bajo la tutela del estado.

En 1941, la carrera para convertirse en maestro experimentó una transformación significativa: el tradicional programa de cuatro años se extendió a cinco, estructurado en dos etapas. La primera etapa, un ciclo básico de tres años, unificaba las distintas ramas de la educación secundaria, mientras que la segunda, un ciclo de especialización de dos años, se enfocaba en la formación técnico-profesional. Aunque esta reestructuración buscaba estandarizar la base cultural y científica de los futuros docentes, relegó la capacitación técnica al final del programa, debilitando la conexión directa y constante con la práctica en las escuelas primarias. Las prácticas docentes quedaron relegadas al último año, y su alcance y frecuencia disminuyeron progresivamente.


En línea con una tendencia global hacia una mayor profesionalización de la enseñanza (siguiendo el modelo desarrollista), a finales de los años 60, la formación de maestros se elevó al nivel terciario. Este cambio parecía augurar un avance científico y pedagógico que beneficiaría la calidad de la educación en las escuelas primarias. Desde 1970, con la implementación del nivel terciario en la formación de maestros de primaria y preprimaria, emergieron los Profesorados de Enseñanza Elemental, más tarde conocidos como "para la Enseñanza Primaria". Así, las Escuelas Normales establecieron el nivel terciario para el magisterio, manteniendo también el nivel medio con el Bachillerato con Orientación Docente (BOD), que comprendía los dos últimos años de estudio. Además, más allá de los Profesorados de las Escuelas Normales instaurados por el gobierno central, las provincias fundaron Institutos de Formación Docente terciarios con diversas estrategias de implementación, resultando en un escenario de notable diversidad y complejidad.

Por otro lado, la formación inicial de docentes para la educación secundaria comenzó a principios del siglo XX, impulsada por la expansión de este nivel educativo y la consolidación de la clase media. Inicialmente, el gobierno central implementó varias medidas que resultaron en la creación de Institutos de Formación Docente -no universitarios- que, aunque no tenían características tan distintivas como las Escuelas Normales, ofrecían una amplia variedad de programas adaptados a las necesidades sociales.

Así entramos en los años '90, cuando el conjunto de institutos que se unieron para formar la Red Federal de Formación Docente Continua se organizó e implementó acciones relacionadas con las tres funciones interconectadas: la formación inicial docente, y la capacitación, el perfeccionamiento y la actualización de los docentes.

El enfoque menemista y las administraciones posteriores han definido que la capacitación es clave en la política educativa para transformar el sistema. Esto requiere una visión estratégica y una conceptualización clara del cambio deseado. Cada etapa en el proceso de capacitación es un paso hacia la viabilidad del siguiente, atendiendo las necesidades actuales, pero sin perder de vista el objetivo final: definir cómo debe ser la nueva escuela argentina. La capacitación va más allá del mero enriquecimiento teórico de los docentes, aunque esto sea esencial, y busca influir directamente en la institución donde trabajan. Por lo tanto, la capacitación no se limita a cursos estandarizados, sino que es una herramienta de gestión del cambio, estrechamente ligada a la práctica y adaptada a la realidad de cada institución educativa. http://bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL004838.pdf

 LA REALIDAD.

La directora del colegio donde inicié mi aventura en la enseñanza compartía la visión de Michael Fullan, el "gurú del cambio educativo". Solía decir que la formación docente es nuestro mayor desafío, pero también nuestra más grande esperanza. Esta paradoja refleja la realidad de nuestro sistema educativo: lo que es un problema también puede ser la solución. En el día a día de las instituciones educativas, se vive esta dualidad, donde la tarea de formar a los futuros educadores que responderán a las necesidades de aprendizaje de niños, niñas, jóvenes y adultos se convierte en nuestra misión más crítica y más gratificante.

La gran encrucijada en la formación de docentes en nuestro país radica en la nebulosa que rodea la visión y el camino a seguir. ¿Qué tipo de maestros queremos moldear y con qué propósito? Esta pregunta esencial se pierde en un mar de variaciones institucionales, contextuales y hasta personales. Aunque la diversidad puede ser enriquecedora, el verdadero desafío surge cuando nos percatamos de que estas prácticas tan variopintas no convergen en una estrategia común que unifique y dé significado a nuestro esfuerzo educativo. ¡Es hora de encontrar ese hilo conductor que teja todas nuestras acciones formativas! Es necesario reconsiderar el circuito de formación docente en cuanto a su calidad, alcance y distribución a lo largo del país. Lo mismo ocurre con la formación técnica en los distintos niveles. Todo está por ser mejorado.

El año pasado, el Observatorio Hacer Educación de la Universidad de Buenos Aires publicó una encuesta ambiciosa que refleja la percepción de la educación en Argentina, representando a toda la nación. Entre los aspectos más críticos se destacan: la formación y capacitación docente como el problema central de la educación en Argentina y como consecuencia de ello, la calidad educativa actual es deficiente, antes era superior y se prevé un deterioro futuro. Entre otros temas, se preguntó a los encuestados cuáles consideran que son los problemas más significativos de la educación en Argentina. La consulta era abierta, permitiendo cualquier tipo de respuesta. La formación y capacitación de los docentes fue la más señalada, mencionada por el 44% del público general y el 33% de la comunidad educativa. A esto le siguen la escasez de escuelas, la inversión y la infraestructura.

Parece que entender el funcionamiento y los cambios en los diseños curriculares es un rompecabezas para quienes no trabajan dentro de una escuela. Lo curioso de la encuesta es que muchos docentes creen que su propia formación es el meollo del asunto. Quizás se deba a que son conscientes de sus propias barreras diarias para impartir educación en un escenario cada vez más complejo, no solo por sus condiciones laborales, sino por los desafíos que enfrentan sus estudiantes. https://www.clarin.com/sociedad/formacion-capacitacion-docente-principal-problema-educacion-mitad-argentinos_0_sM9vsAq83X.html

Para tener una visión clara de nuestra situación, es esencial evaluar primero la práctica docente. Luego, con esa información en mano, podremos analizar los profesorados y centros de formación. ¡Así sabremos realmente dónde estamos parados! Es hora de sacudir el mundo de la formación y capacitación con propuestas renovadas y variadas, que realmente se sumerjan en la práctica profesional actual. ¡Necesitamos más investigación empírica que ponga la didáctica en el centro del escenario! Ha llegado el momento de poner el foco en lo que realmente importa en las aulas. Imaginemos un mundo donde los estudiantes de educación, desde su primer año, se sumergen en "prácticas de ensayo" para descubrir si la docencia es su verdadera vocación. 


LO QUE NOS DEPARA.


La formación docente en nuestro país está a punto de enfrentar desafíos gigantescos en el corto plazo, ¡y es hora de tomar el toro por las astas!
Es fundamental aprender a trabajar de manera interdisciplinaria y colaborativa. Hoy en día, los diseños se conceptualizan en diferentes campos o áreas del saber, pero la enseñanza aún se centra en una aproximación disciplinaria, enfocada en la planificación y el trabajo individual. La clave está en la colaboración, combinando la práctica con la teoría y utilizando la tecnología como un eje transversal. 

Cambiar el lenguaje tecnicista por uno que favorezca la cercanía y la claridad para con nuestros estudiantes. 

Las tecnologías nos impactan de manera integral. En la actualidad, se ha demostrado que es esencial integrar el pensamiento computacional. Es imperativo que la capacitación docente abarque estos conocimientos desde su formación inicial. 

En Argentina y en todo el mundo, están surgiendo nuevos modelos y propuestas que desafían las metodologías tradicionales de enseñanza y aprendizaje para satisfacer las necesidades actuales de los estudiantes. Por lo tanto, es necesario ampliar la exploración de experiencias educativas para lograr una mayor diversidad de conocimientos.

Debemos cambiar nuestra perspectiva sobre las prácticas y residencias. Consideremos la posibilidad de tomar como referencia las residencias médicas, donde desde el inicio se presencian prácticas, se registran observaciones y se analizan casos específicos.

Integrarse en distintos contextos y variados escenarios donde tienen lugar prácticas educativas es fundamental. Esto incluye entornos de encierro, hospitalarios, educación con adultos, y ámbitos rurales, entre otros, con el fin de preparar al futuro docente para la heterogeneidad y la multitud de factores que podrían influir en su rol.

Es imperativo definir una carrera docente que contemple las funciones de los distintos niveles que componen la trayectoria profesional. Comprender cómo gestionar una institución educativa, familiarizarse con su estatuto y las normativas que regirán su convivencia dentro del sistema educativo deberían integrarse en el currículo de toda formación docente.

Es fundamental integrar conceptos de la educación emocional y la neurociencia al momento de estructurar el aula y la escuela.

El sistema de puntaje docente no parece ofrecer suficiente estímulo para que los educadores busquen actualizarse de manera constante. Los centros de formación conjuntamente con las instituciones escolares y otros organismos como las juntas de clasificación deberían facilitar la implementación de un esquema que promueva la actualización continua de todo el personal y que proporcione incentivos para mantener este compromiso.

Los centros educativos deberían aprovechar los jardines de infantes, escuelas y colegios no solo como espacios de práctica, sino también como laboratorios de ideas para crear nuevas herramientas y estrategias que enriquezcan y optimicen el aprendizaje.

Hay mucho por hacer. La enseñanza es una carrera vital y esencial para el avance social. Los maestros tienen la misión de impartir saberes y capacidades a los ciudadanos futuros, preparándolos para florecer como personas y aportar al avance de su comunidad.











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