FINANCIAMIENTO EDUCATIVO 2025.

Alfredo Dillon, en un artículo para INFOBAE fechado el 26 de septiembre, destacó que el Presupuesto 2025 incluirá el debate sobre el financiamiento educativo. Además, varios informes proyectan que en 2024 habrá una reducción del 40% en el financiamiento nacional del sistema educativo en comparación con 2023.




La Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina - CTERA estima que la reducción será del 50% para el financiamiento nacional de la educación obligatoria y del 29% para las universidades, mientras el Gobierno nacional argumenta que su estrategia apunta a una “inversión inteligente”.

La ley establece un 6% del PBI para la educación, pero esta disposición ha sido suspendida hasta nuevo aviso. Por ejemplo, la inversión en educación técnico profesional se ha reducido a un 0,2% de los ingresos corrientes, y para ciencia y técnica, a un 0,45% del PBI para el año 2025. Sin embargo, esta situación no es inédita; gobiernos previos, independientemente de su popularidad y con la excepción del año 2015, no cumplieron con el 6% estipulado por la ley de financiamiento educativo. De hecho, la inversión ha disminuido de manera constante, al punto que un estudio realizado por Mariano Narodowski, Gabriela Catri y Martín Nistal reveló que, en 15 años, el Estado argentino generó una deuda con el sistema educativo de 26.009 millones de dólares, lo que representa el 5% del PBI del año 2020.

El denominador común entre los que gobernaron en el pasado y los que administran actualmente, independientemente de sus ideas y principios políticos, es que la inversión en educación disminuye durante las crisis y aumenta en períodos de bonanza económica. ¿Por qué ocurre esto? La Ley de Financiamiento Educativo y la Ley de Educación Nacional, al fijar un mínimo de inversión en términos del PBI, han intensificado esta tendencia.

Mientras algunos especialistas en financiamiento presupuestario plantean una inequidad en el reparto de partidas en los últimos años donde se vieron más favorecidas las casas de altos estudios en comparación con la educación general básica, otros plantean la necesidad de reordenar esas partidas tomando como referencia las matrículas. Hace 40 años atrás, la educación primaria tenía una cobertura del 95%, la secundaria del 54% y la de educación superior del 16%. Hoy esos porcentajes se han revertido ante el crecimiento de cantidad de universidades (especialmente entre 2010 y 2020) y el acceso de estudiantes a las mismas.

Aunque el informe del que venimos analizando (1980-2022) muestra una tendencia creciente en los recursos financieros destinados al sistema, la disminución desde 2015 es preocupante. Además, los indicadores de calidad educativa, como la inclusión, el rendimiento y la graduación, sugieren que la inversión no ha sido eficiente.

Es crucial ajustar los números si queremos impulsar la inversión educativa en todos los niveles. El financiamiento es clave para implementar políticas educativas efectivas. Además, si nuestro objetivo es una política educativa que promueva la igualdad, aumentar la inversión en las etapas iniciales de la educación podría ser un gran paso para cerrar las brechas existentes. Esto es especialmente importante considerando que el Estado nacional ha disminuido su aporte al financiamiento de la educación básica.

En cuanto a la educación superior, es fundamental fortalecer el papel de las universidades nacionales como escaleras de movilidad social, lo que requiere una revisión de las estrategias de financiamiento y de los beneficios que estas instituciones ofrecen a la comunidad.

FUENTE: Morduchowicz, A., Sáenz Guillén, L. & Volman, V., (2024). Evolución del financiamiento educativo. Observatorio Argentinos por la Educación.


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