Ausentismo docente: costo alto, soluciones pendientes.
Publicado en Educar, hacer visible lo invisible
“Se adelanta la hora porque la profe no viene” ... La frase suele circular en pasillos escolares y grupos de WhatsApp. Se repite como un dato más, sin levantar sospechas. Pero cada vez que se suspende una clase lo que se ausenta no es solo el / la docente, se ausenta el sistema, el vínculo, el derecho a aprender. La transformación del sistema educativo argentino no siempre se mide por reformas curriculares o resultados de aprendizaje. A veces, los cambios más profundos se notan en los silencios: el aula que espera a quien no llega, la planificación áulica que se interrumpe, el estudiante que no reconoce a su docente porque cambia cada dos por tres.
En buena parte del país— el aumento sostenido de licencias médicas y suplencias revela tensiones institucionales profundas. Esta entrada busca desarmar esa mirada reduccionista y explorar las causas profundas —y silenciadas— detrás de las ausencias. Porque contar faltas y elevar planillas para un posterior descuento es sencillo; detectar "alertas" del sistema, es más incómodo.
El ausentismo docente es algo que hace tiempo se viene discutiendo en reuniones de paritarias de cada jurisdicción, aunque muchas veces la discusión quede en segundo plano por los aumentos salariales. Solo sale a la luz cuando algún ministerio intenta aplicar alguna política de presentismo docente para contrarrestar los altos porcentajes de ausencias y ajustar presupuestos. En 2024, la actual administración de Santa Fe publicó datos y la respuesta sectorial no se hizo esperar:
Actualmente, al menos ocho provincias argentinas aplican algún tipo de régimen de presentismo docente, ya sea como incentivo económico o como parte de políticas de profesionalización. Estas son:
Ciudad de Buenos Aires: Adicional por asistencia perfecta (histórico); Buenos Aires: Bonificación por no faltar (ej. $4.200 en 2017); Mendoza: “Ítem Aula” desde 2016, pionero en el país; Córdoba: “Ítem de Profesionalidad Docente” (10% mensual); Santa Fe: “Asistencia Perfecta” (incentivo mensual y trimestral); Jujuy: Régimen de presentismo con bonificaciones; Chubut: Ley de “Profesionalidad Docente” (15% mensual); Neuquén: Adicional del 15% por no superar 3 faltas al mes. |
|---|
Fuente: Diario Río Negro
Cada provincia lo implementa con matices: algunas lo presentan como “premio”, otras como parte de una política de eficiencia administrativa. En muchos casos, los gremios han cuestionado estas medidas por considerarlas punitivas o descontextualizadas. Lo concreto es que con o sin presentismo, el ausentismo es un asunto no resuelto porque es un fenómeno complejo y multicausal que refleja tensiones profundas en el sistema educativo.
Aquí te presento las principales razones, organizadas por tipo de causa:
Causas personales y de salud
- Enfermedades físicas y psíquicas: desde afecciones respiratorias hasta cuadros de estrés, ansiedad o burnout.
- Uso intensivo de la voz: especialmente en niveles iniciales y primarios, donde se requiere hablar constantemente.
- Licencias por cuidado de familiares: muchas veces extendidas a parientes no contemplados legalmente.
Condiciones laborales
- Infraestructura deficiente: aulas sobrepobladas, falta de recursos tecnológicos, ambientes poco saludables.
- Salarios bajos y empleo inestable: obliga a muchos docentes a trabajar en múltiples escuelas, aumentando el desgaste.
- Carga administrativa excesiva: planificación, correcciones y tareas fuera del horario escolar.
Factores estructurales y políticos
- Falta de liderazgo pedagógico: directivos sin formación para gestionar equipos y climas laborales saludables.
- Flexibilidad en regímenes de licencias: que permite abusos o excesos en algunos casos.
- Protestas gremiales y paros: que también se contabilizan como ausencias.
- Falta de control y seguimiento: en algunas jurisdicciones, el sistema de licencias no está auditado rigurosamente.
Datos relevantes
- En escuelas públicas, el ausentismo ronda el 20–32%, mientras que en privadas es del 5%.
- Según la Organización para la Cooperación y Desarrollos Económicos, el 59% de los estudiantes argentinos se ven afectados por el ausentismo docente, uno de los índices más altos del mundo.
Consecuencias del ausentismo en el aula
La discontinuidad pedagógica provocada por el ausentismo docente es una herida silenciosa en el entramado escolar. No se percibe a simple vista, pero deja marcas profundas en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Cada ausencia, cada suplencia improvisada, corta el hilo conductor de los contenidos, generando vacíos conceptuales y fragmentaciones en el desarrollo cognitivo de los estudiantes.
Cuando el docente falta reiteradamente —por razones legítimas o estructurales— el vínculo pedagógico que sostiene la motivación y la confianza se debilita. Especialmente en contextos vulnerables, donde el/la docente representa una figura de estabilidad y contención, esta pérdida se traduce en desconcierto y desmotivación. Es común escuchar entre estudiantes frases como: “Ya no sé qué estamos viendo” o “Cada profe nuevo empieza de cero”, testimonios que revelan no solo el impacto académico, sino también emocional.
La discontinuidad pedagógica también genera desajustes institucionales. Las planificaciones se ven alteradas, y quienes llegan como reemplazo, muchas veces sin información clara o sin tiempo para integrarse, deben improvisar sus clases.
En zonas rurales o provincias con alta conflictividad gremial como es el caso de Santa Cruz u otras, la discontinuidad puede extenderse durante meses. Hay cohortes enteras que atraviesan su educación sin un ciclo lectivo completo, y ese daño es difícil de revertir. Para mitigarlo, algunas escuelas ensayan estrategias colaborativas: docentes que comparten planificaciones, cuadernos de continuidad o recursos digitales que permiten que, al menos, parte del conocimiento se sostenga. Pero estas soluciones son aisladas, fruto de voluntad personal más que de políticas estructurales.
La falta de continuidad, los cambios constantes de docentes suplentes y la repetición de contenidos generan un clima de incertidumbre que erosiona el interés por aprender. En lugar de experiencias significativas, los estudiantes reciben fragmentos inconexos, clases improvisadas o directamente vacíos pedagógicos. Esta desconexión se traduce en frases como “ya no importa si vengo o no” o “nadie se acuerda de lo que vimos”, que revelan una pérdida de sentido en el acto de asistir a la escuela.
En contextos vulnerables, donde la escuela representa mucho más que un espacio de aprendizaje —es también refugio, alimento, contención— la desmotivación puede derivar en abandono silencioso, en una desvinculación progresiva que no siempre se registra en las estadísticas, pero que deja huellas profundas en los trayectos escolares.
Para revertir este fenómeno, no basta con exigir presencia docente: es necesario reconstruir el vínculo pedagógico, garantizar estabilidad en los equipos, y, sobre todo, devolverle a la escuela su capacidad de inspirar, de convocar, de ser un lugar donde aprender tenga sentido.
Y dentro del sistema...
El ausentismo docente es una problemática estructural que repercute directamente en la calidad educativa, generando efectos múltiples y profundos. A nivel pedagógico, esta discontinuidad afecta la experiencia de aprendizaje de los estudiantes: según el informe PISA, el 59% de los directivos escolares argentinos señala que la ausencia frecuente del personal docente repercute negativamente en el rendimiento académico.
En términos presupuestarios, el impacto es igualmente significativo. Provincias como Santa Fe han destinado cerca del 30% de su presupuesto educativo a cubrir reemplazos, mientras que Entre Ríos gasta más de 3000 millones de pesos mensuales en sueldos de docentes con licencias. Estos números revelan una inversión doble para sostener un único cargo, reflejando una ineficiencia que tensiona los recursos estatales. Además, el promedio nacional de ausentismo docente ronda el 24%, lo que obliga a una rotación constante de personal y complica la planificación institucional.
La desigualdad también se acentúa entre escuelas. Estudios como los de CIPPEC evidencian que algunas instituciones enfrentan tasas de ausentismo superiores al 30%, mientras que otras apenas alcanzan el 10%. Esta brecha profundiza la inequidad, ya que las escuelas más afectadas suelen ser aquellas que están en contextos de mayor vulnerabilidad.
En el plano emocional y organizativo, la situación provoca un desgaste constante en equipos directivos, que deben gestionar suplencias, reestructurar horarios y contener tanto a estudiantes como a docentes.
En definitiva, el ausentismo docente no es una cuestión individual, sino un síntoma de fallas más profundas en el sistema educativo. Abordarlo requiere mucho más que implementar un presentismo: implica repensar las condiciones de trabajo, fortalecer las estrategias de acompañamiento y reconstruir el sentido pedagógico que da vida a la escuela.
Visibilizar para transformar
Hay países que han visibilizado esta ausencia y han comenzado a intervenir. En Finlandia, se aplican otras estrategias de abordaje: Menos horas frente al aula, más tiempo para preparar, formarse y cuidarse. El Estado les ofrece apoyo psicológico gratuito y los trata como profesionales autónomos. No es magia; es política con empatía.
En Singapur, se profesionaliza la carrera docente. Hay reconocimiento, mentoría entre pares y un seguimiento colaborativo del bienestar. El sistema no se limita a pedir presencia; ofrece acompañamiento.
Uruguay fue más allá: un plan nacional de salud emocional para educadores. Y Chile no se quedó atrás: equipos interdisciplinarios entran a las escuelas con alto ausentismo para intervenir desde lo psicosocial: Monitoreo, escucha, trabajo con el claustro docentes y las familias.
Estas experiencias nos dicen algo claro: el ausentismo no se resuelve sólo con controles administrativos. Se transforma desde el cuidado, el reconocimiento y la prevención. La pregunta es: ¿podemos imaginar ese horizonte en Argentina? ¿Qué pasaría si empezamos a leer las ausencias como un llamado de atención colectivo?
"Donde sanar el sistema es más que ahorrar: es volver a confiar"
Las licencias médicas, en teoría, deberían ser un refugio legítimo. Un derecho que protege al cuerpo y a la mente cuando ya no es posible sostenerse en pie frente al aula. Pero en la práctica, en Argentina, ese refugio se ha convertido en terreno incierto. Los abusos existen, sí; certificados emitidos en masa, docentes que no están en sus casas durante auditorías y sistemas de reconocimientos médicos burocratizados que no controlan.
Entre la ausencia legítima y la licencia fraudulenta hay una brecha que solo puede cerrarse con transparencia sistémica y ética institucional. Porque cada abuso tiene su costo: suplencias que se pagan sin garantía de calidad, presupuestos que se desangran, y una desconfianza que contamina el vínculo entre el docente, el sistema y la comunidad.
Pero también hay un costo más invisible: el de no prevenir. El de llegar siempre tarde. El de construir estructuras que solo responden burocráticamente, pero nunca anticipan.
Y ahí está la clave para los consejos y ministerios de educación: no se trata solo de controlar, sino de reparar la confianza y sentirse cuidado. Estas podrían ser algunas de las claves sistémicas:
- Auditorías médicas con enfoque ético, que identifiquen tanto abusos como necesidades reales, sin criminalizar el cuidado.
- Protocolos claros y públicos, que den previsibilidad y eviten arbitrariedades en el otorgamiento y rechazo de licencias.
- Digitalización transparente del sistema de licencias, con trazabilidad, alertas tempranas y monitoreo multidisciplinario.
- Inversión en prevención emocional y laboral, para que las licencias sean menos necesarias.
- Capacitación institucional sobre salud mental y derechos laborales, para desactivar la cultura del uso indiscriminado de licencias.
- Participación de los gremios en la construcción de controles justos, evitando que los sistemas se transformen en mecanismos persecutorios.
Porque, como demuestran otros países, sanar el sistema es más barato que sostener su enfermedad. Lo que hoy se gasta en suplencias podría invertirse en prevención. Lo que se pierde en ausencias podría ganarse en docentes que trabajan sintiéndose contenidos. Y lo que hoy parece gasto improductivo, mañana podría ser una economía del cuidado que transforme no sólo el aula, sino la política educativa entera.
Educar es también cuidar. Cuidar implica sostener vínculos, acompañar procesos y dar lugar a quienes hacen posible la enseñanza. Si no repensamos desde dentro, corremos el riesgo de seguir normalizando las ausencias sin preguntarnos qué enseñan —y qué estamos dejando de aprender.
Artículos destacados
- Expone cómo el ausentismo consume hasta el 30% del presupuesto educativo en algunas provincias, con ejemplos como Santa Fe y Entre Ríos. También analiza políticas como el “ítem aula” en Mendoza y el “ítem profesionalidad docente” en Córdoba para incentivar el presentismo.
- Profundiza en las causas multicausales del ausentismo, desde infraestructura deficiente hasta sobrecarga laboral. Incluye testimonios de especialistas como Laura Lewin y Mónica Aquino sobre el impacto en el aprendizaje.
- Detalla medidas concretas tomadas en 2024 para reducir licencias injustificadas, como auditorías médicas, modificación de formularios y control de licencias por enfermedades frecuentes.
Estudios y estrategias institucionales
- Un documento técnico que propone acciones desde las escuelas para mejorar el clima laboral, cuidar la salud docente y garantizar la continuidad pedagógica.
- Revela que el 74,6% de la población considera que el ausentismo es muy alto y afecta la enseñanza, y que mejorar los salarios es visto como una solución prioritaria.

